martes, 24 de noviembre de 2009

COMENTARIO LIBRO El jardín de la mirada


EL JARDIN DE LA MIRADA
De Nila López

El libro presentado hace pocos días por la poeta Nila López se titula El jardín de la mirada, título que reproduce el de un poema de Octavio Paz, un pomea de amor y así es el tono de toda la obra. Desde su presentación muy cuidad, con tapa dura y una cubierta transparente que apnas vela la mirada de la autora, así de bello es el volumen y, este cuidado es también una prueba de amor de la escritora hacia el lector.
¿Cómo escribir sobre el amor en este siglo en el que los mensajes cifrados se han acortado de tal modo que con un breve TQM ya se dice lo esencial? ¿Adonde fueron a para las palabras y su magia? ¿Quien se llevó las sensaciones que ya nadie las nombra?
Nila se atreve, como se ha atrevido toda la vida a desnudar sus sentimientos y a rogar por la comprensión, la tolerancia ¡POR EL AMOR!
La trama de la novela es una excusa muy bien hecha pero queda opacada por el torrente amoroso que va derramando la autora sobre todas las páginas. Si en su último poemario, titulado La condición amorosa, Nila dió pruebas de ser tan poeta como mujer, tan excelente y tan apasionada, en este libro es ella misma otra vez en estado de gracia, en esa condición suprema que la incita a clamar amor en un desierto como los antiguos profetas. Incisiva, Nila clava sus dudas como dardos para desenmascarar esta existencia humana que no la satisface y sus sentencias quedan grabadas en la memoria del lector.
El jardín de la mirada ofrece un descanso al viajero de la vida, es un oasis pelno de silencio y de belleza.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Fantasmas en el Municipal

HOMENAJE A CHIQUITÍN LAMBARÉ

Fantasmas en el Municipal

Ya era de madrugada, Chiquitín Lambaré había esperado a que se marchara el último actor con sus admiradores y se ocupaba de cerrar las puertas del viejo y entrañable Teatro Municipal, su casa. Estaba solo en la inmensa sala, nadie en la platea, nadie asomado en los palcos. Había mirado todo con atención y cuando comprobó que ningún espectador olvidó algo en los asientos, dirigió sus pasos al costado para salir por una de las puertas internas y llegar a su cama tibiecita que lo esperaba en su “covacha”, como el mismo la llamaba.

De pronto sonaron fuertes pasos en la escalera de madera que conducía al paraíso. Chiquitín quedó atento para ver quien se asomaba pero no había nadie. Como en otras ocasiones las presencias invisibles no lo atemorizaron, encogiéndose de hombros siguió su camino.

Hubo noches en las que, antes de apagar las luces de arriba vio desde la platea una silueta vestida de blanco que se movía entre los palcos del ultimo piso, pero ante la atenta observación de Chiquitín, los movimientos de esa persona le revelaron que no era de carne y hueso.

Chiquitín Lambaré es un antiguo empleado municipal y hace varias décadas se ocupa de cuidar el edificio del teatro. Había tenido hijos y esposa, pero vive solo en el teatro, como si su deber fuera más fuerte que cualquier obligación familiar.

Sobre los fantasmas del Municipal, Chiquitín decía, como si fuera lo más normal del mundo, que “Se escuchan cosas, en un lugar donde ha pasado tanta gente es natural que eso ocurra”.

En otras oportunidades sus compañeros invisibles le traían el eco de otras voces, como la del gran actor paraguayo Jacinto Herrera. Era costumbre de Jacinto cuando estaba vivo, llegar un poco entrado en copas a urgir a su escenógrafo y primer actor Guillermo Ketterer para que terminara de una vez sus trabajos.

Chiquitín lo cuenta como añorándolo “El entraba gritando –Ketterer, Ketterer cara.., terminá de una vez eso que estás haciendo”. Para que este pequeño gran hombre no lo olvide, en noches de nostalgia Jacinto vuelve a gritar apurando a su escenógrafo y, también suenan los martillazos de Ketterer tratando de finalizar su trabajo.

Esos fenómenos eran tan comunes que Chiquitín no los temía. Solo cuando apareció, por primera vez, otro muerto famoso Chiquitín sintió que se le erizaba la piel y un temblor le recorrió el cuerpo.

Una de esas noches de estreno, él estaba caminando por el pasillo principal de la sala, cuando sintió pasos a sus espaldas y el sonido de unos espuelines arañando el piso de madera. “Quedé quieto y no me animé a darme vuelta, de pronto el sonido de las guitarras interpretando una canción muy conocida me clavó en el sitio, al tiempo que una voz comenzaba a cantar AYER, DE NUEVO YO PARTÍ ….”

Era la voz y la entonación inigualable de Luis Alberto del Paraná cuyo cuerpo fue velado en ese mismo teatro años antes.

¿Habrán vuelto los fantasmas al nuevo teatro Municipal? Sólo Chiquitín podrá respondernos.

domingo, 1 de noviembre de 2009

las flores del mirto

Hoy, que las veo desde la ventana de mi dormitorio, compruebo que aún siguen allí. Cuelgan trémulas de las ramas del mirto, casi oculto por la gran copa del laurel de España, están escondidas también por la parralera que crece como si nunca tuviera que sobrevenir el fín.
El mirto de mi casa tiene una historia de tesón y voluntad. Antes que nada debo explicar que es una de las plantas sagradas que viven en el jardín y cuidan de mi vida, del oxígeno que respiramos los habitanes de esta vivienda y que da belleza y perfume cada vez que florece, que son muchs veces al año.
Cuando la compré, era un arbustito de apens 20 0 25 centímetros y mi marchante me dijo que se llamaba Jazmín australasiano. Era la primera vez que escuchaba un nombre tan raro pero, como me gustarón el color y el brillo de las hojitas se lo compré y lo dejé en el patío donde todavía abundaba el sol. Pasó un año, dos, tres y hasta cino añós y seguía allí, quizás con unos pocos centímetros más, no me daba muchas esperanzas de que progresara. Pero como no se secaba tuve pena de expulsarlo. De pronto se estiró y un tronco grueso se fue formando, con ramificaciones laterales. La primera vez que floreció me asombró el aroma intenso y embriagador de sus flores, era como demasiado sensual. Pasaron dos o tres días y a su alrededor se formó una alfombra de pétalos que caían de sus flores en racimos, alfombra recorrida por hormigas gozozas porque sospecho que esos pétalos son dulces. Indefectiblemente, luego de su estallido en belleza y en perfume, venía una tormenta tropical muy fuerte que nos hacía olvidar de la hermosura efimera del mirto.
Ahora es un árbol de unos 5 metros, da sombra y sus delicadas flores blancas me miran,adornando el panorama verde que agradezco poder ver cada mañana.
Sé que lloverá, no me preocupa la sequía porque el mirto no falla, además de ser mi amigo es meteorólgo.
No soy muy creyente pero el mirto y los otros árboles de mi jardín me reconcilian con la idea de que un Dios generoso vela por todos y nos da respiro, esperanzas y fuerzas para continuar la lucha que emprendimos el día de nuestro nacimiento. Gracias mirto bello, que serviste de corona a los gloriosos y victoriosos generales del ejército romano. Gracias por tus encantos tan leves y tan efectivos.