lunes, 14 de diciembre de 2009

COMENTARIO LIBRO - ALCAESTO

ALCAESTO – de Irina Rafols

La novela de Irina Rafols llama la atención desde su título. Muy
pocos conocen el significado de la palabra Alcaesto. El lector queda curioso, tentado a satisfacer esa incógnita y, si lee la obra, tendrá no solo la respuesta, sino que conocerá un libro profundamente subversivo y esclarecedor. Comprobará que aunque los hechos narrados transcurran en 1492, en España, muy bien podría haber ocurrido en este siglo 21, porque la batalla entre el afán de conocimientos contra las mordazas y límites que pretenden imponer la mediocridad y la ignorancia, aún no ha concluido. En ese momento en Europa todavía reinaba el oscurantismo de la Edad Media, era la hora de los lobos, cuando la noche está más oscura pese a que el amanecer se aproxima, en este caso el amanecer es el Renacimiento.
Alcaesto es una sustancia física que, además tiene espíritu – dice el alquimista Kanamantis a su aprendiz Xeo. El Alcaesto era un elemento tan fundamental, que los alquimistas creían que Dios la utilizó para crear el mundo y la humanidad.
Toda la novela trata de esa incesante y peligrosa búsqueda para hallar esa piedra roja con espíritu, que es una metáfora de la existencia del hombre siempre acuciado por la necesidad de saber más, de correr detrás de lo imposible sin importar las consecuencias. Porque es parte de la responsabilidad de quien más sabe reparar lo que está mal en el mundo, sin esperar agradecimientos o reconocimientos, como enseña Kanamantis a Xeo. Y deberíamos congratularnos porque el devenir de la existencia humana haya sido y sea así, caso contrario todavía estaríamos en las ramas de los árboles como nuestros tan negados antecesores.
La historia está contada por Xeo, un joven desposeído de todo que cayó en las manos del alquimista necesitado de un criado y asistente. El mundo, que con un estilo austero describe Irina, es el que se ve con los ojos de Xeo, muchacho ignorante pero muy curioso, analfabeto pero ávido por aprender, carente de afectos y muy ansioso por tenerlos.
Alcaesto no es una novela gótica o de caballería, aunque en ella hay aventuras, poderosos y débiles, héroes y damas en peligro, hijos que buscan padres perdidos y padres que han perdido hijos, nobles caballeros y castillos. Esta es una obra que apunta a algo más profundo, es un símil de la vida misma y cuando el maestro Kanamantis enseña a su criado también enseña a los lectores, los hace pensar.
Son muchas las dificultades que sufre Kanamantis, alquimista y judío, en una España que acababa de vencer a los moros y de expulsarlos de sus territorios, una España que no aceptaba doctrinas religiosas extrañas en sus dominios y cuyos monarcas veían peligro en los extranjeros. El alquimista sufre persecución de parte del brazo armado de la Iglesia: la Inquisición.
Para comprender la magnitud del poderío eclesial dice la autora en una página “Todo lo bello de la época estaba en las manifestaciones del poder. Nunca podría estar escondido entre los rasgos de la miseria. La belleza de la iglesia gótica de San Mateo, que intentaba alcanzar a Dios en su material elevación, era la pauta. El gran imperio marcaba el valor de todas las cosas y no era discutible”. El Santo Oficio era entonces como el Gran Hermano de hoy día, controlaba absolutamente todos los actos humanos y si los consideraba una herejía, quienes la cometían eran condenados a muerte en la hoguera o en la horca. Siempre fue peligroso el conocimiento para el inmenso poder que había adquirido la Iglesia ya en ese entonces.
Fernando e Isabel la Católica expulsaron a los judíos, también se apoderaron de sus pertenencias y edificaron iglesias sobre las ruinas de las sinagogas.
Alcaesto es una novela subversiva porque muestra el lugar que ocupaba la mujer en ese siglo, cuando ellas aún no tenían conciencia de su valía. Un ejemplo es la opinión de Maida –criada de Kanamantis- cuando ella descubre que el maestro está enseñando a escribir a su propia hija, exclama: “Es un monstruo, está metiéndole pensamientos en la cabeza” ¡Qué cosa tan terrible! La cabeza de las mujeres debía permanecer vacía, ¡cuanto más vacía mejor!
Rafols escribe diálogos fluidos, con tintes humorísticos, su prosa es diáfana y el placer de la lectura discurre sin tropiezos. La riqueza emocional del personaje narrador, Xeo, es por momentos, conmovedora. La autora captó muy bien el tono y el vocabulario de un joven de esa época y de la posición de Xeo, con su carencia de cultura y de roce. En el devenir de la narración el lenguaje del aprendiz sufre cambios y su manera de ver el mundo también muda. Él, que en un momento se quejó de estar embriagado con el cáliz de las palabras, las va comprendiendo y va creciendo en sabiduría y experiencia.
Quiero concluir con un mensaje positivo, cuando Xeo pregunta que
diferencia hay entre la poesía y la ciencia, su maestro le dice que “La ciencia dice como es el mundo y la poesía cómo desearía que fuera”. Hoy, los alquimistas se llaman de otra manera pero siguen bregando para hacer realidad el mundo de la poesía.

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