EL INVIERNO DE GUNTER
De Juan Manuel Marcos
Realmente el libro tendría que llamarse El espejo de Gunter porque Juan Manuel Marcos, su autor, nos enfrenta con el verdadero rostro que teníamos en aquellos años, los de la juventud idealista y activa que soñaba con vencer dictaduras y defenestrar tiranos. Hace 22 años los jóvenes despertaban con sus conciencias nítidas y se aprestaban a marchar, decididos a vencer todos los obstáculos. Razones tenían, en el sur del sur, las cosas no estaban bien y a eso se refiere el autor cuando relata la prisión de Soledad y hace escapar a través de las rejas los poemas que ella escribe porque nadie, hasta ahora, pudo aprisionar los pensamientos. Ya lo dijo otro personaje mencionado en la novela, Sarmiento, el protoyanqui.
Después de Yo El Supremo ésta es la novela más compleja y más trabajada de la literatura paraguaya y ese trabajo de orfebrería la catapulta a primer plano. Quienes la premiaron como el Libro del Año, cuando se presentó, hace más de dos décadas, vencieron la cobardía porque la obra cuya acción transcurre en Corrientes olía demasiado a ilex paraguayensis. También es posible que ninguno entre los represores se haya dedicado a leerla como merece: con respeto, con toda la atención, con las antenas más sensibles que nunca. No se puede comprender a cabalidad El Invierno… con la sola ayuda de la intuición. Es necesario tener la luz que brindan muchas lecturas anteriores para paladearla, para sonreír cuando encontramos a Juan Manuel agazapado detrás de algunos giros, oculto en algunas oraciones que son como guiños para los iniciados.
La novela se desarrolla siguiendo un plan que el autor trazó desde el principio, desde la génesis de su historia, pero como hijo del cine, del cómic, de Bajtin, como heredero del surrealismo sangriento de una guerra que hasta hoy se discute, como admirador ¿detractor? de López, Marcos juega con la edición de este filme hecho con palabras, ideas, sensaciones, paisajes y mucha pasión. Por eso, como el dueño de un circo anuncia el número prodigioso que tiene en esa carpa cerrada, invita al lector a recorrer las páginas llenas de sorpresas y de trampas, de retruécanos, de banquetes adonde confluyen convidados de todos los tiempos.
Entre las sorpresas que ofrece El invierno… nombraré una: el incauto lector se encuentra visualizando una mujer sentada en un parque cuando la poesía toma por asalto la página y el lector levita, a tal punto llega el milagro de las palabras. No importa si son suyas o si Marcos las tomó prestadas, así como lo haría cualquiera cuyo corazón se abra al torrente de sentimientos y sensaciones.
Un juego en el que todos participan son las adivinanzas ¿Quién está pensando Elisa Alicia Lynch o Eliza Lynch? ¿El bibliotecario vietnamita es un homenaje a Renée?
Así desfilan, alternadamente en el vasto prado del libro, el Cnel. Alejandrino (¿Eugenio?), Livio Abramo y otros que parecen ser viejos conocidos. También, como en una dosificada receta hay mucha poesía – verdaderos remansos- contrastando con páginas esperpénticas. Son todas las voces del cielo y del infierno pugnando por entrar, ellas también, a escena.
Los juegos de palabras tienen la belleza de los fuegos de artificio y en el artesanal encaje de la trama los aguijones del pasado son persistentes, recurrentes. Hasta Mangoré aparece, sonoro y silente a la vez.
En el párrafo final, cuando ya el río de la inspiración ha vuelto a su madre y corre ordenado por el curso trazado hace siglos, como un último regalo, el autor nos deja la esperanza de ver florecido el lapacho turquesa que ha plantado Eliza esperando que le salgan alas.
martes, 1 de diciembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Netter Beitrag
Gracias por este magnífico post. Admirando el tiempo y el esfuerzo que puso en su blog y la información detallada que usted ofrece.
Publicar un comentario