jueves, 16 de julio de 2009

El esclavo

El esclavo es un libro del escritor judío Isaac Bashevis Singer que toca un tema vigente hasta hoy, como es la eterna lucha entre la razón y la superstición, entre la intolerancia y la solidaridad, y entre el salvajismo, la crueldad y el amor.
La acción transcurre en el siglo 17, en Polonia, en una ciudad perdida y también en una aldea primitiva. En esos años los cosacos rusos invadían Polonia como si fuera su propia casa y se dedicaban a matar judíos, violar a sus mujeres y asesinar a sus niños. En medio de tanta desolación, lo único que mantiene viva la esperanza en el espíritu de esos hombres y mujeres, víctimas de la intolerancia y de la ignominia, es su fe en el dios que los ampara. Ellos se aferran a sus tradiciones y a sus dogmas como si fueran salvavidas o tablas que en un mar tormentoso, los llevaran a un Cielo merecido. Eso no impide que esos hombres también se comporten como hombres corruptos y venales, son seres humanos. Bashevis Singer los retrata con maestría, con una prosa admirable, para llegar a la conclusión de que, pese a sus pecados contra la fe judaica, el protagonista también es digno del amor de Jehová.
La novela es un canto al amor y a la esperanza y, para los gentiles o goys, es un venero de conocimientos sobre esa fe tan desconocida para ellos.

viernes, 10 de julio de 2009

COMENTARIO - Un libro apasionante

La historia detrás de la historia
de Helen Epstein


Por Lita Pérez Cáceres

He leído un libro Tras la historia de mi madre, que me impresionó muchísimo, su autora es Helen Epstein. Leyendo la solapa del me enteré que ella es periodista y escritora, especializada en biografías, en investigaciones sobre identidad y que da clases sobre memoria y trauma, entre otros temas. Solo entonces me expliqué la emoción que se siente al leer este libro. En él todo aparece ordenado y prolijo, como una investigación aséptica, pero Helen no puede contener sus sentimientos y, aunque trate de ser objetiva, ellos se asoman para estremecer los márgenes de su libro y las lágrimas derramadas humedecen las líneas que llenan sus páginas.
Epstein se propuso viajar al pasado siguiendo la historia de tres mujeres que gravitaron en su existencia: su madre Franci Rabinek, su abuela Pepi Weigert y su bisabuela Therese. Fueron tres judías, que vivieron en Europa Central, en la República Checa y padecieron la dictadura masculina que les impedía tener libertad de decisiones, además de la discriminación debida al antisemitismo. La historia va desde 1850 hasta la muerte de su madre, France, en 1989.
Para la autora, que se sentía casi norteamericana, el viaje hacia la semilla de su vida, le deparó dolor, mucho dolor. Al revivir las vidas de sus antepasadas, al pisar las tumbas de esas mujeres que eran parte de su ser, ella sintió lo que ellas sintieron y sufrió mucho al imaginar cómo habían amado, en silencio y ocultas, porque no les era permitido mostrar amor por alguien que no fuese tan judío como ellas.
Lo más impresionante del libro de Epstein es el resultado de sus investigaciones. Ellas retratan una época, lo hacen a través de escritos publicados en la prensa de esos años. Helen también reproduce diarios cuyas páginas contienen los más íntimos pensamientos de las contemporáneas de sus antepasadas. Todo está escrito de manera sencilla, son historias amenas pese a que desnudan una realidad cruel; están ubicadas en el lugar exacto de la historia y, en ese mapa antropológico de la Europa a mitad del siglo 20, la condición de las mujeres, en especial de las judías, se ve como en un espejo recién bruñido, nítido, exacto.
Hemos leído mucho sobre el Holocausto y creíamos saber lo suficiente, pero un buen material, como el de Epstein, consigue que nos sorprendamos, consigue que nos identifiquemos con esas mujeres que hoy son solo polvo. La saga logra conmovernos porque – en un pensamiento mágico - quisiéramos estar allí, al lado de ellas para contarles todo lo que hemos obtenido con años de lucha, desearíamos consolarlas y anunciarles que sus pesares son la base de una causa justa, la de la reivindicación de los derechos femeninos y el fin de la discriminación racista.
Helen Epstein nos transporta a ese tiempo cuando las mujeres estaban condenadas a transitar el limitado mundo del hogar; cuando las judías tenían vedados todos los caminos que la desviaran del matrimonio.
Estas más de 300 páginas del libro de Epstein son como un faro que ilumina el pasado y sus rémoras y que indica que no nos hemos equivocado al elegir nuestro camino de liberación.

domingo, 5 de julio de 2009

El 47

Anoche, 4 de julio de 2009, fue presentada la primera novela del gran escritor paraguayo Helio Vera. El acto fue corto pero completo y lo único que me molestó fue que uno de los presentadores dejara al desnudo la falta de difusión de nuestra literatura. Dijo Pancho Oddone, el presentador en cuestión y mi amigo personal, que la revolución del 47 es un tema del cual no se habla ni se escribe. Eso fue un mazazo para mi ego ya que el año pasado lancé un volumen de 20 cuentos sobre el tema del 47 y de la dictadura, con relatos ficcionalizados que había recabado en mi trayectoria como periodista. Bueno, no puedo esperar que todo el mundo lea lo que escribo y quizás los cuentos no se puedan comparar con una novela, pero igual sufrí en mi vanidad herida. Y tal vez Pancho tenga razón, esa etapa de nuestra historia no es mencionada a menudo, hay libros escritos por algunos participantes como el capitán osnaghi y uno de Washington Ashwell, pero no pertenecen al campo literario. Aparentemente nos hemos reconciliado pero aún la herida no se cerró y nos bloquea. La división perdura, pese a nosotros.

jueves, 2 de julio de 2009

La peste

Hay tanta alarma por la aparición y desarrollo de la gripe AH1N1 que me hace pensar en la antigüedad, cuando la peste asolaba Europa y cada uno tomaba la actitud que podía. Según el Decamerón, los nobles huían hacia sus castillos, bien lejos de las ciudades contaminadas y esperaban el fin jugando a obtener placer sin pensar en el futuro. Más cerca en el tiempo, cuando la bubónica desembarcó en Londres, barrios enteros eran puestos en cuarentena si se hallaba un muerto en una de las casas del vecindario. Porque todos los atardecer una siniestra carreta recorría las calles buscando cadáveres para arrojarlos a la fosa común. Se creía en antídotos, que hoy en el siglo 21- parecen increíbles. Por ejemplo, los hombres concurrían a los prostíbulos porque se decía que el sexo era un antídoto eficaz. A nadie se le ocurría que las ratas, que morían a montones, eran las verdaderas culpables.
Hoy pudimos tomar medidas para guarecernos de la epidemia, en un mundo tan, pero tan comunicado, es imposible no saber qué hacer, adonde ir y todo lo que sigue. Las ventas del alcohol para la desinfección de las manos aumentaron muchísimo y otra vez se llenaron los moteles. Porque, si bien hemos internalizado que no debemso saludar con besos, una buena encamada aleja los temore de una muerte cercana.