jueves, 2 de julio de 2009

La peste

Hay tanta alarma por la aparición y desarrollo de la gripe AH1N1 que me hace pensar en la antigüedad, cuando la peste asolaba Europa y cada uno tomaba la actitud que podía. Según el Decamerón, los nobles huían hacia sus castillos, bien lejos de las ciudades contaminadas y esperaban el fin jugando a obtener placer sin pensar en el futuro. Más cerca en el tiempo, cuando la bubónica desembarcó en Londres, barrios enteros eran puestos en cuarentena si se hallaba un muerto en una de las casas del vecindario. Porque todos los atardecer una siniestra carreta recorría las calles buscando cadáveres para arrojarlos a la fosa común. Se creía en antídotos, que hoy en el siglo 21- parecen increíbles. Por ejemplo, los hombres concurrían a los prostíbulos porque se decía que el sexo era un antídoto eficaz. A nadie se le ocurría que las ratas, que morían a montones, eran las verdaderas culpables.
Hoy pudimos tomar medidas para guarecernos de la epidemia, en un mundo tan, pero tan comunicado, es imposible no saber qué hacer, adonde ir y todo lo que sigue. Las ventas del alcohol para la desinfección de las manos aumentaron muchísimo y otra vez se llenaron los moteles. Porque, si bien hemos internalizado que no debemso saludar con besos, una buena encamada aleja los temore de una muerte cercana.

1 comentario:

Alejandro Hernández y von Eckstein dijo...

Mordaz pero muy cierto tu comentario. El pánico causado por la peste parece ser olvidado debajo de la sabana, por algo se dice que la prostitución es la profesión mas antigua sobreviviendo al tiempo, guerras y hasta a las pestes.