domingo, 6 de marzo de 2011

CASAS TRISTES, SUEGRAS Y FANTASMAS

Viajando en ómnibus uno aprende mucho y se puede disfrutar del paisaje que ofrecen los barrios que se van atravesando. Algunas parecen ser casas tristes, de color gris descolorido, invadidas sus paredes por manchas de humedad, con puertas que fueron elegantes y ahora se muestran deslucidas, desvencijadas, con los buzones como bocas desdentadas, sin pizca de lustre. En esas residencias abandonadas, en el centro de la ciudad, ha crecido el guapoy, buscando el sol desde cualquier grieta, sus muros muestran restos encimados de fotos de políticos sonriendo. Los que viven allí deben ser muy pobres, muy viejos, muy desesperanzados.
Pero hay otras, otras casas, viejas también, pero bien pintadas, con colores ardientes como indicando que sus habitantes están muy vivos. Verdes y anaranjados, ocres y hasta azules fuertes, todo el arco iris inspiró a sus moradores para pintar sus frentes sobre avenidas que fueron elegantes y ahora son comerciales. Las hay también combinadas, con las molduras blancas resaltando sobre el color de fondo.
Pero todas las casas viejas, las renovadas y las destartaladas, todas tienen fantasmas. Ellos se sientan en las galerías y ríen y charlan en las noches de verano, los nuevos dueños no los escuchan por el aire acondicionado. Son fantasmas bromistas, cambian las cosas de lugar y en un tesapirí el ama de casa pierde sus agujas de crochet para encontrarlas luego sobre la heladera o hacen desaparecer un lado del par de medias del hombre de la casa porque usan esa media como cartera cuando bailan en carnaval.
En una de esas viviendas de estilo italianizante, con las habitaciones corridas, una detrás de otra, frente a un patio tan largo como la vida, vive una recién casada. Está preocupada porque vendrá su suegra a revisar los cambios que la joven hizo. La casa es de la señora mayor que la cedió para el hijo, único heredero, el hermoso príncipe mimado e inmaduro que se casado con esa alocada.
- Aurorita escondiste bien los pedazos de la plantera, si mi suegra se entera de que
se rompió es capaz de echarme de aquí? ¿Pusiste el helecho en un balde con agua? ¿Dónde? Ah… no creo que llegue hasta el segundo patio, voy a tratar de entretenerla aquí.
Lo que la joven desposada ignora es que fueron los fantasmas quienes rompieron la maceta con el helecho serrucho, estuvieron jugando y ¡zas!, dejaron tiradas algunas ramas y tierra, pero ella, cabecita loca, pensó que fueron gatos vagabundos. Se alegró mucho porque era tan grande y tan gastado ese tiesto que, enseguida pensó en cambiarlo por un ánfora de barro bien decorada, uno de los regalos de la boda.
Ha entrado ya la inspectora que mira todo con detenimiento ¿Qué pasó con la plantera y el helecho?
- Ah, mandé a arreglarla y a pintarla, estaba un poco roída por el tiempo y muy llena, le dije al jardinero que haga varias plantas para que luzca más con menos.
- Y…?
- Abundio se la llevó a su casa, allá tiene todo lo necesario, me la va a dejar como nueva.
- Es una plantera muy valiosa, era de mi abuela y tiene patas como garras de león, ya no se consiguen de esa clase. Una verdadera antigüedad.
- Si, si, claro…
La inspectora sigue mirando todo, no hay mota de polvo que escape a sus ojos aquilinos. ¿Y el cuadrito de cerámica, ese que decía Bienvenidos a…?
- Ay, tengo que decirte la verdad, Aurorita lo rompió cuando estaba limpiando el techo con escoba larga. Voy a tratar de conseguirte uno igual, creo que en Areguá hay. (Que no entre a la sala, mi Dios, que no entre, va a preguntar por el mantón)
- Hace mucho calor acá ¿porque no me invitás a entrar a la sala?
- Pero por favor, doña Digna, esta casa es suya, pase, es que soy muy desatenta.

Los fantasmas tuvieron piedad de la recién casada y devolvieron el mantón de Manila, orgullo de la suegra, lo colocaron sobre el piano. Al abrir las persianas de la habitación que había estado a oscuras, las dos mujeres vieron esa tela brillante, llena de flores y se sintieron calmadas, embellecidas.
- Siéntese doña Digna, voy a encender el ventilador y a pedirle a Aurorita que nos sirva el te acá, este sitio es más fresco.
- ¡Claro que si! – la anciana hasta sonríe - ¿no tenés ninguna novedad para contarme?
- Estoy con un retraso de quince días… pero todavía no fui al médico.
- ¡Gracias Virgen María Auxiliadora! Antes de morir voy a recibir a mi nieto – las lágrimas salen, humanizando a esa mujer que parecía tan dura – es mi sueño, voy a ayudarte en todo, contá conmigo, mi hija.
- Gracias, doña Digna – la futura mamá la abraza y siente nacer una cariño hacia su rival, la omnipotente madre de su marido – muchas gracias.
En las penumbras, los fantasmas también están emocionados, otra vez habrá un niño en esa casa, otra vez podrán jugar con sus juguetes.

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