¿Recuerdan a Lady Di?
Ella murió no hace tanto y la recuerdo muy bien porque la vi de cerca en una de esas ocasiones únicas que nos ofrece el periodismo, como fue la de viajar a las cataratas para verla y tratar de hablar con ella.
La agencia publicitaria Turú invitó a grupo de peridositas a ir hasta Foz de Yguazú, viajamos en una van y al llegar nos alojamso en el Hotel Bourbon, en la ciudad brasileña. Un verdadero lujo. Íbamos tres o cuatro periodistas de la sección revista de cada medio escrito, fotógrafos y algún camarógrafo. Por supuesto que pasamos las 6 horas del viaje charlando como cotorras. Al día siguiente nos preparamos para verla, Maluli Vera, mi amiga que se afligía porque en su identificación decía Castalia Garbarino - era ese tipo de nombres secretos que todas la mujeres ocultamos- ella, pese a su verguenza se vistió como la Wallis Simpson con un trajecito pied de poule y salió caminando majestusoamente, ya se sentía una princesa más importnte que la Lady.
Antes de llegar a las cataratas propiamente dichas nos dieron unas clases de protocolo, impartidas por un funcionario brasileño, muy comeido él, que se ocupó de tratar de civilizar a esos plebeyos paraguayos ( nosotros).
La princesa y una dama brasileña estaban en ese balconcito frente a la caída más grande de todas las caídas. Una especie de verja baja separaba a la real princesa de los villanos fotógrafos -unos 40- que disparaban sus flashes sin detenerse, ante el mínimo gesto de Diana, quien hablaba con la brasileña como si estuvieran en una isla desierta. Ella era muy hermosa, estaba sonrojada por el sol.
Nosotros supimos que almorzaría en un hotel muy lujoso, ahí nomás a pasos de las cataratas. Fuimos y esperamos pacientemente a que saliera, para poder hacerle aunque más no sea unas preguntitas. Maluli y yo nos habíamos aproximado al mostrador de la gerencia, ella se había sacado la identificación y estaba tan elegante como una relacionista pública en un evento importante.
De pronto se corrió la voz: La princesa estaba bajando la escalera. Quedamos galvanizados, duros como estatuas de mármol. En ese momento comprobé la cancha de Diana. Caminaba con los ojos bajos, pero levantaba sus párpados ante cada funcionario del hotel y le estrechaba la mano, cuando estaba a punto de hacer lo mismo con Maluli, reaccionó, alguna voz interior le sopló que la realeza guaireña no estaba al nivel de la suya. Después corrió al vehículo que la esperaba. Yo tuve tiempo de admirar su cutis atercipleado y su rostro perfecto.
Creo que muchas veces los famosos buscan esa fama desesperadamente, sucede con los artistas, con ella también pasó. Dió datos a la prensa para tenerla como defensora ante el drama del fin de su matrimonio.
Los paparazzi que la persiguieron en su noche fatal no fueron culpables de su muerte, ella los había dejado entrar en su intimidad y pagó un precio exhorbitante por ello.
viernes, 24 de junio de 2011
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