miércoles, 16 de junio de 2010

Viaje a Formosa

Lo único conocido de Formosa eran esas amplias avenidas de la periferia que cruzábamos insomnes cuando regesábamos de algún viaje a Buenos Aires. O la visión de tierra caliente, sin pasto casi, en algún mediodía en el que pasábamos por allí camino a Resistencia. Por eso ver la costanera formoseña, el sábado 12, el mismo día en el que la selección argentina ganó su primer partido en el Mundial, fue una sorpresa muy agradable.
Nos hospedamos en un hotel muy lujoso cuyos pisos brillaban y con cuartos confortables, con todas las comodidades que puede ofrecer un hotel de primera. Los escritores formoseños nos aguardaban para llevarnos a compartir un almuerzo con ellos. Bajamos y contemplamos el edificio de la municipalidad formoseña, que demostraba haber sido antes la última estación de un tren que llegaba hasta el confín norteño de una república que privilegiaba a su capital gigante y voraz. El rio, manso, el Paraguay corría paralelo a la avenida costanera. La delegación estaba compuesta por gente sabia y pensante, pero nadie pudo dejar de envidiar a lso laboriosos formoseños que ya tenían su costanera.
El lugar concita la presesncia de la gente, es bello y apacible, con esculturas en la ancha avenida que termina allí, como una flecha. Ojo, esas avenidas con camellones amplios, bien empastados, escalinatas y bancos que invitan a reposar, también fueron fruto de comentarios ¿Porque no tendremos algo así en Asunción?
Por la noche comprobamso qeu la invitación apresentar nuestros libros no había sido de puro voulez vous. Nos dieron todo el tiempo del mundo y fuimos honrados con la presencia de la consulesa paraguaya, el secretario de cultura de la gobernación de formosa, entre otras personalidades que nos prestaron su atención.
Buena por los formoseños, buena por Fernando Pistilli que inició esta relación tan fructífera. Ahora la pelota está en nuestra cancha, ojalá los recibamos de igual manera.

1 comentario:

Alejandro Hernández y von Eckstein dijo...

Así es Lita, todos los que hemos disfrutado de la hospitalidad ajena estamos obligados a responder con la misma moneda.
Ojalá todos pensáramos así!